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Festival de Jerez
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El Otro espera algo, amenaza, su afecto es objeto de deseo. El Otro inaugura la mirada a la propia imagen y nos convierte en reflejo en el espejo del mundo, donde solo proyectamos la luz, negándonos la sombra.
Ser para el Otro es dejar de ser Uno, comenzar a des-vivirse en la comparación y la envidia, madre de la vanidad y sus máscaras e hija de la carencia.
A toda trascendencia sigue una Noche oscura del alma. Matérica y celeste, la dividida condición humana exige la convivencia con el ego y sus pasiones.
La vanidad, la ambición, el deseo, el orgullo,… el miedo al fin, vuelven a visitarnos en la mirada del Otro.
Tienta falsear la autenticidad del arrobo de Inicio (Uno) pero, honestamente, la espontaneidad gozosa ha vuelto a disolverse en la premeditación y el constructo.
Lo Otro del Uno completa y continúa la indagación del ser trabajando sobre el concepto de dualidad óntica, la necesidad de diálogo, la condición dualista de la existencia y la importancia de la alteridad en la construcción de la identidad.
La noción de otredad impregna la escena hasta el punto de duplicarla en un suelo espejo.
En correlato, las guitarras (aportándose una a la otra su definición en el contraste) se convierten en trasunto musical de este dualismo: Trassierra onírico, sublime y trágico, Cortés de una ingenuidad inteligentísima y bachiana.
Ambos se ocupan de la exploración dialógica del instrumento y se acompañan, a veces hacia la armonía, otras hacia el conflicto, construyendo, al tiempo que composiciones conversacionales de un virtuosismo emocionante, la narración de la belleza en que también puede culminar la escucha del Otro.
La tríada de piezas, a la vez que van dando pasos hacia la figura completa del triángulo flamenco, forman narrativamente parte de un círculo, pero realizan también este círculo en sí mismas. En todas hay una expansión de su carácter y una contracción hacia el recogimiento. En todas hay nacimiento, muerte y resurrección de algo nuevo; al mismo tiempo que el triángulo completo relata nacimiento, herida-muerte y resurrección.
Conviértese esta Trilogía de forma espontánea en el relato de la plasticidad del tiempo circular que empuja al mismo tiempo hacia la muerte y el nacimiento en tres pasos: ida, camino y llegada; partida, búsqueda y encuentro; inicio, maduración y fin… O como queramos llamar al sinfín de tríadas componentes del círculo constante de la metamorfosis hacia la que el tiempo empuja a cualquier ente.
Así, para culminar la Vuelta a Uno, el cuerpo y la guitarra se encuentra con la voz, que reconcilia lo terreno y lo inmaterial, música e instinto. La plenitud vuelve a hallarse en la entrega a la instintividad, la improvisación y la espontaneidad en comunidad. Lo Otro se convierte en nosotros y, en coordinada compañía, disfrutando de la lengua común, guitarra, cuerpo y cante forman la figura con que vuelven a ser Uno.